Por: Eleazar Cadavid
Un merecido reconocimiento se ha tributado a la mujer con los estudios antropológicos y arqueológicos que aportan información histórica sobre el proceso evolutivo de la hominización, socialización y humanización. Es una de las primeras ideas que surgen en la lectura del texto “En el sendero de la feminidad” de la escritora colombiana Marta Lucía Correa Escobar. Ésta médica Antioqueña defensora de varias causas sociales de los trabajadores de la salud y líder de iniciativas de mujeres por la paz, presenta múltiples argumentos que destacan el rol femenino en la construcción de las primeras comunidades matriarcales sustentadas en la equidad, la solidaridad y el amor, que cede a la presión y violencia masculina para dar paso al patriarcado de los últimos 50 siglos, acompañado del deterioro de los valores y características que mantenían la sociedad equilibrada. En el prólogo del libro cita algunas cifras conmovedoras tomadas del Informe de las Naciones Unidas:
“Las mujeres representan la mitad de la población del mundo,
realizan casi dos tercios de las horas de trabajo,
reciben una décima parte de los ingresos globales
y poseen menos de una centésima de la propiedad del mundo.”
Afirma luego la escritora: “entonces no se trata de conciliar posiciones ni de radicalizarlas, sino de darles sentido para que avancen hacia el objetivo común, la configuración de una sociedad equitativa. Lo contrario sería replicar la androcracia padecida por hombres y mujeres que hasta ahora solo ha significado un progreso de espaldas al sentir, a la naturaleza y a todo aquello que acoge y hace posible la vida.”[i]
Más adelante nos presenta argumentos basados en el texto del escritor Pepe Rodríguez en la obra “Dios nació Mujer”[ii] donde propone que el surgimiento de las primeras concepciones religiosas , hace aproximadamente 30.000 años, estuvo íntimamente ligado con la adoración a la diosa, y solo hace 5.000 años con la aparición del patriarcado aparecen los primeros dioses.
En las conclusiones podemos leer
“Debe llegar de nuevo el tiempo de la mujer para una concepción más humana y civilizada del mundo, mujeres acompañadas por hombres amorosos, justos, generosos y solidarios a los que les quepa el mundo en la cabeza y la especie humana en el corazón. Para que esta transformación sea posible se debe rescatar la ideología femenina y resignificar la masculina, erradicando conceptos y prácticas como: territorialidad, aislamiento, individualismo, poder acaparador y destructor, posesión de la mujer, competencia desleal, corrupción, violencia y muerte.”
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